Dedos hábiles, un puñado de hebras de una planta similar a la palma y mucha paciencia predominan entre quienes confeccionan los sombreros ecuatorianos de paja toquilla, que hoy se tejen con el cuidado de las tradiciones de antaño.
Héctor Alarcón, uno de los artesanos, madruga para comenzar su jornada antes de que el calor apriete, pues en el cantón Montecristi, Manabí, donde vive y trabaja, la humedad hace intenso el calor de los 22°C de promedio que se registran en la zona.
En la tienda Modesto Hats, Héctor entrelaza las finas hebras para dar forma al sombrero cuya confección puede tardar hasta un mes.